Alicia Lo Giúdice,
coordinadora del equipo de psicólogos de Abuelas de Plaza de Mayo, declaró en
el juicio por los crímenes cometidos en el Circuito Camps. Explicó las
profundas consecuencias que sufrieron los menores apropiados durante la
dictadura militar.
(Fuente: Pablo
Roesler - Tiempo Argentino)
La
apropiación ilegal de niños es otro modo del exterminio", explicó ayer la
coordinadora del equipo de psicólogos de Abuelas de Plaza de Mayo, Alicia
Logiúdice, en el juicio por los crímenes del Circuito Camps que se realiza en La Plata , donde concurrió como
testigo para profundizar sobre los daños psicológicos que sufren los niños y
niñas apropiados durante la dictadura. La profesional dijo que mientras dura la
apropiación los hijos de los desaparecidos viven en una lógica de campo de
concentración, y remarcó que a diferencia de lo que ocurrió en otros genocidios
de la modernidad, los militares argentinos se quedaron con lo más preciado de sus
opositores políticos: su descendencia.
"La Argentina ha sido un
caso casi único, un país en el que aquellos que quisieron exterminar a adultos
les quitaron lo más preciado que tenían: su descendencia", dijo la
psicoanalista y directora del Centro de Atención por el Derecho a la Identidad , un servicio
de salud mental de Abuelas.
Al declarar
ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 de La Plata , la profesional
enmarcó los daños causados en los nietos recuperados en "la apropiación
ilegal de niños bajo el terrorismo de Estado", y explicó que los hijos de
los desaparecidos "fueron sustraídos violentamente de un sistema de
parentesco para incluirlo, en otro, negando que el origen del vínculo con los
apropiadores está construido en base al secuestro del niño y el asesinato de
sus padres."
Por eso, la
mujer explicó que el modo de vida de los niños apropiados y la convivencia con
sus apropiadores bajo una ilegalidad oculta, obedecía a una lógica de campo de
concentración. "El joven vivía en un estado de excepción que se convirtió
en norma de vida", detalló Logiúdice. Y abundó: "Yo propongo que este
tipo de delitos sobre un joven es otro modo del exterminio, porque no los
mataron como en la Alemania
nazi, pero sí los exterminaron de un sistema de parentesco para incluirlos en
otro violentamente". Para explicar las marcas de la apropiación, recordó
el primer caso que asistió: el de la primera chica restituida por orden
judicial con identificación genética en 1985. Explicó que la menor había sido
apropiada cuando tenía casi dos años, razón por la cual sus apropiadores
"no pudieron hacerle olvidar su nombre". Sin embargo, remarcó, lo que
sí lograron es detener su crecimiento: "Cuando la abuela la ubicó,
aseguraba que la nena tenía siete años, pero su apropiador decía que tenía
cinco. Las pruebas forenses, de huesos, dieron que se trataba de una nena de
cinco años, pero las pruebas de sangre confirmaron que la chica era la que la
abuela buscaba. Con la restitución jurídica ella retomó los lazos familiares y
desarrolló la altura ósea que le correspondía. Esos son los casos que nos han
enseñado el efecto en la subjetividad de esas situaciones", aclaró. Y
remarcó que la apropiación de niños "es genocidio" según las
Convención Internacional 1948 por ese delito.
También declaró
ayer a través de una videoconferencia desde Canadá, la testigo Adriana
Chamorro, quien recordó que el médico policial imputado en la causa, Jorge
Bergés, participó de las torturas a la que fue sometida en el centro de
detención que funcionó en la
Brigada de Investigaciones de San Justo. "En la tortura
una persona me puso un estetoscopio y dijo: ‘vamos a parar un poco’”, contó, y
recordó que al día siguiente ese hombre apareció a cara descubierta en su
celda. Cuando recuperó la libertad y se exilió en Canadá, ligó la cara con un
nombre: "Cuando Madres y Abuelas publicaron fotos de represores yo
identifiqué a Bergés como el médico que me había atendido.”
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